Sobre el blog

Bienvenido a una nueva etapa de este blog, que tiene como centro principal de interés la crisis y las políticas que se están aplicando para abordarla, sobre las que mantengo una posición crítica. Nos gustaría que este blog fuera una contribución, basada en los principios de la economía crítica, a la construcción de una alternativa que favorezca una salida más justa a la crisis económica, centrada en el empleo decente, la lucha contra la desigualdad y la promoción de un crecimiento sostenible.

Como soy profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha, en ocasiones incluyo también entradas que están pensadas fundamentalmente para que mis alumnos comprueben la relación directa entre los temas que estudian y la realidad que más directamente les afecta.

El blog pretende ser una invitación -esperamos que rigurosa- a la reflexión crítica de los lectores, y también a debatir, rebatir, discrepar y aportar sus propios comentarios y textos.

En el actual contexto social, no podemos quedarnos al margen, sino ayudar a buscar otra salida.

martes, 18 de febrero de 2014

Una nueva inserción de la economía española en la globalización

Bruno Estrada López. Director de Estudios y Proyectos de la Fundación 1º de mayo.

Ni el BCE, ni unas débiles instituciones comunitarias dotadas de una irrelevante capacidad presupuestaria para actuar de forma anticíclica, han sido capaces de resolver de forma satisfactoria las necesidades de financiación exterior de algunos países del euro (Portugal, Grecia, Irlanda, España, Chipre). El BCE tuvo más en cuenta los imaginarios peligros inflacionistas de una expansión monetaria que las necesidades crediticias reales de particulares, empresas y estados. A esto hay que añadir unas estrictas políticas de austeridad salarial y de gasto público a esos países. El saldo global de esas medidas ha sido tan negativo que varios de estos países han visto cómo se colapsaba su demanda interior, y el crecimiento de las exportaciones no ha podido cubrir esa caída de la demanda nacional.

Se ha debatido profusamente a escala europea, y también en España, sobre cuales debieran ser los mecanismos e instrumentos para enfrentarse a esa situación: acelerar el proceso de integración europea a través de un presupuesto comunitario digno de tal nombre, una Unión Bancaria que rompa con la tendencia a la renacionalización de los mercados de crédito, un sistema de mutualización de la deuda pública a escala europea, o un nuevo papel del Banco Central. Pero la realidad política europea indica que no existe una correlación suficiente de fuerzas en Europa para que se produzcan grandes cambios en estas cuestiones en un futuro cercano. Este sería un camino deseable, pero su materialización sólo es posible a muy largo plazo.
En parte importante de la ciudadanía se ha producido un creciente desencuentro con la moneda común, llegándose a plantear la salida de España del euro. No obstante, este planteamiento olvida que nada asegura que una salida del euro permita un cambio en las actuales políticas económicas.

¿Estamos ante un problema sin solución?, ¿no hay capacidad política y social para actuar?


Pese a que el gobierno justifica muchas de sus medidas en imposiciones europeas, hay márgenes suficientes para que España desarrolle una política económica que, atendiendo a los intereses de la mayoría de los españoles, compagine la creación de empleo con la reducción del endeudamiento exterior:

- Impulsar una política de demanda que corrija la errónea concepción de que la salida a la crisis solo es posible mediante el esfuerzo exportador. Una política de demanda que debe contemplar tanto políticas de estimulo fiscal como el fin de la devaluación salarial. Para ello se requiere una reforma fiscal que termine con la creciente desfiscalización de gran parte de los beneficios de las grandes empresas y sea capaz de hacer pagar impuestos progresivos a las rentas del trabajo y el capital más altas. Una eficaz lucha contra el fraude y la elusión fiscal es imprescindible en este sentido. Hay que recordar que nuestra presión fiscal es inferior en siete puntos del PIB a la media de la UE. En términos salariales es necesario restituir la relación entre la evolución de los salarios reales y la productividad, así como modernizar las relaciones laborales, en sentido inverso a lo que han hecho las últimas reformas laborales del PP y el PSOE. Las experiencias desarrolladas en Alemania, a través de los Consejos de Vigilancia, donde hay más de 800 empresas que disponen de ese órgano, o en Suecia, donde se desarrollaron los Fondos de Asalariados, ponen de manifiesto el papel que puede jugar la participación de los trabajadores en mejorar la competitividad y productividad de las empresas.

-  Buscar una nueva inserción de nuestra economía en la globalización que tenga como objetivo que las empresas españolas, además de ampliar geográficamente su internacionalización, escalen en la cadena de valor de las actividades productivas que actualmente realizan. También, diversificar nuestra búsqueda de financiación exterior, para poder desarrollar una política económica con mayores márgenes de soberanía económica, y de autonomía frente a los dictados comunitarios que defienden los intereses de otros países. En muchos casos, las instituciones con capacidad de financiación en los países emergentes son fondos soberanos (o de empresas públicas o semipúblicas) cuyos objetivos no priorizan obtener altas rentabilidades inmediatas, como hace el impaciente capital anglosajón, sino garantizar una rentabilidad durante un largo periodo de tiempo, aunque sea más moderada.

No somos la periferia de Europa, somos el puente entre Europa y los países emergentes de Asia, America y África. No hay que caer en los errores que se cometieron en el pasado, que llevaron a aceptar una posición muy subordinada de nuestro tejido industrial frente a las empresas de los países centrales de Europa (fundamentalmente francesas y alemanas). Esto es, aceptando ser solo proveedores de productos intermedios estandarizados que compiten principalmente vía precios, aceptando que las filiales españolas de las multinacionales europeas tuvieran importantes restricciones a la hora de invertir en I+D+i, de acceso a otros mercados diferentes a los que venían determinados por las estrategias de la sede central, aceptando “precios de transferencia” tanto de productos exportados, como de tecnología importada, que trasladan los beneficios a otros países. Reorientar parte de su actividad a los mercados emergentes, es una oportunidad de mejorar la posición de las empresas españolas en la cadena de valor de lo que ahora producen. Hay que recordar que las empresas españolas de más de 250 trabajadores, las que tienen una mayor propensión exportadora, tienen una productividad  mayor que las alemanas o británicas y prácticamente igual que las americanas.

Este necesario esfuerzo empresarial no va a tener mucho éxito si no va acompañado de una inteligente y novedosa política industrial que coordine las iniciativas del sector privado y del Estado. La mejora de la posición de las empresas españolas en la cadena de valor significa impulsar el crecimiento, en tamaño y número, de empresas-tractoras. Esto es, de las empresas capaces de lograr un crecimiento sostenido de su productividad gracias a que tienen cierto poder de mercado sobre alguno de estos cinco activos intangibles específicos: el acceso a la tecnología, los conocimientos de gestión en equipo, las economías de escala en los centros de producción, mejores ideas de comercialización, marcas bien conocidas. Una política industrial que debe ser mucho más que un dispensador automático de ayudas públicas vinculadas al esfuerzo inversor en I+D+i de las empresas y no a sus resultados.

Una nueva política industrial para el siglo XXI debe partir de la consideración de que la capacidad competitiva de las empresas, además de a factores internos de gestión empresarial, también depende de la estructura económica de la que forman parte, lo que se conoce como Competitividad Estructural, y sobre la que se puede y se debe actuar desde las instituciones públicas:

1) El tamaño y sofisticación de la demanda nacional, lo que permite una mayor diversificación de los productos, y que la calidad del producto y la marca sean factores competitivos para un gran volumen de producción.  Evidentemente, la reducción y empobrecimiento de la demanda a la que nos conducen las políticas de austeridad va en sentido contrario. 
2) Las estructuras de las relaciones de producción nacionales entre diferentes sectores, evitando estrangulamientos productivos a escala nacional como el que tiene España con la energía y el sector financiero.
3) El tamaño y poder de mercado de proveedores y clientes (en el que juegan un papel importante la gestión de los servicios de distribución y venta y la internacionalización, incluido el comercio intrafirma entre filiales de una misma empresa transnacional), la conformación de oligopolios y otros elementos de competencia imperfecta.
4) La difusión de tecnología, que afecta a la capacidad de innovación global de un país.

Esta política industrial debe promover, en primer lugar, medidas de carácter horizontal que, además de aumentar la inversión y difusión tecnológica, aumenten la relación entre capital productivo y PIB, particularmente a través de una mayor reinversión de los beneficios obtenidos.
Entre 1995 y 2008, la parte del beneficio que no se reinvierte en la empresa, que no incrementa su productividad, pasó del 39% al 60%. Este escaso volumen de beneficios reinvertidos ha hecho que el stock de capital productivo en los últimos 15 años, excluidas las viviendas, creciera a una tasa tan solo del 1%, mientras que en los años sesenta y setenta creció a una tasa anual del 10%. El decreciente compromiso de los accionistas con sus empresas es un elemento muy preocupante en una economía como la española, cuyo stock de capital en 2009 representaba tan sólo de un 161% PIB, un peso muy inferior al que tiene en otras economías desarrolladas como Alemania, un 184% y EEUU, un 209%. El stock de capital productivo privado por empleado en 2009 apenas representó un 75,6% de la medía del área euro, el mismo porcentaje que en 1995.
Regular incentivos fiscales para Fondos de reinversión de beneficios en los que participen los representantes de los trabajadores significaría desarrollar de forma proactiva en nuestro país la senda abierta por la Ley alemana de Participación Financiera de los Trabajadores de 7 de marzo 2009, que vincula las ayudas públicas en procesos de reestructuración con el aumento de los derechos de participación de los trabajadores.

Son necesarias también medidas de carácter sectorial que deberían considerar en primer lugar aquellos sectores en los que se observan ventajas comparativas:

- La Producción de alimentos, bebidas y tabacos, supuso el 9,6% de las exportaciones españolas en dicho periodo, mientras que a escala mundial significó el 5,7%. Esta es una actividad de bajo contenido tecnológico, pero susceptible de incrementar su valor añadido mediante adecuadas estrategias de calidad y diferenciación del producto, así  de internacionalización de los procesos de distribución y comercialización. 
- El Turismo. Una actividad de alta elasticidad-renta en la cual España tiene una fuerte posición a escala internacional gracias a que se han aprovechado las ventajas competitivas naturales, pero en la que las empresas nacionales deben mejorar su posición en la cadena de valor. El ejemplo de lo que esta pasando con Iberia, el aeropuerto de Barajas y el turismo en Madrid muestra el camino que hay que desandar.
- El Sector aerospacial. Una actividad de fuerte crecimiento de la demanda, alta elasticidad-renta y contenido tecnológico, en el cual nuestro país está muy bien posicionado al participar en consorcios europeos que tienen una posición líder.
- Sectores emergentes vinculados a la economía verde (Energías renovables, Gestión de Agua, Energía y Residuos, Nuevas redes de Transporte colectivo, Química Verde, Forestal, Agricultura Ecológica) en los cuales las características físicas y climatológicas de nuestro país son muy importantes.
- Industria Cultural. En este sector las oportunidades de mercado que ofrece nuestro idioma juegan un papel fundamental.
-Fabricación de vehículos de motor, un sector de tecnología media-alta, que en el periodo 1998-2008 supusieron el 25% de la exportaciones españolas, frente a un 11% que representó este sector en el total mundial de importaciones. El futuro de las empresas está ligado en gran medida a los esfuerzos que realizan por desarrollar tecnologías más eficientes energéticamente, incluidas las relacionadas con el coche eléctrico.
-La Producción de minerales no metálicos, un 3,3% de nuestras exportaciones, tan sólo un 1,3% de las importaciones mundiales. El reto actual de la minería no energética es compatibilizar sus expectativas de expansión con los crecientes requerimientos medioambientales.
- Construcción naval, un 1,3% de las exportaciones españolas, un sector que a escala internacional sólo representó el 0,4%. Este sector, aunque a escala global tiene unas enormes perspectivas de crecimiento, a escala europea, y más en España, está sujeto actualmente a enormes incertidumbres, derivadas de la consideración de la Comisión Europea de las ayudas públicas nacionales.
- Fabricación de Material Ferroviario. Un sector con gran capacidad exportadora, de contenido tecnológico medio y vinculado a la reducción de la dependencia energética por sus bajos consumos de energía por pasajero transportado.

Por último, sería necesario mantener un mayor ámbito de soberanía económica nacional (pública o privada) en algunos sectores productivos estratégicos, que se caracterizan por ser mercados oligopólicos con alto nivel de regulación y cuyos productos y servicios son transversales, afectan al conjunto de la actividad económica, como son el sector energético, financiero y el de las telecomunicaciones.

Merece un comentario singular la necesidad de reducir la dependencia energética e impulsar las renovables. El tradicional déficit de nuestra balanza por cuenta corriente está ocasionado fundamentalmente por las importaciones de combustibles y lubricantes, que representaron en 2012 el 6% del PIB. La fuerte dependencia energética exterior de las actividades industriales y de servicios, particularmente del transporte, y no la evolución de los salarios es lo que ha determinado el desequilibrio estructural exterior de nuestra economía.

Y una importancia estratégica similar tiene el sector financiero, donde es preciso impulsar un sistema de bancos públicos, independientes del poder partidista, para que el crédito llegue a las pymes.
La tardía, carísima y finalmente fallida reestructuración financiera no ha resuelto los problemas de escasez y encarecimiento del crédito en España, y ha reducido la competencia en el sector: en los últimos tres años han desaparecido una de cada tres entidades de depósito existentes en nuestro país, y el 70% del mercado bancario quedará concentrado en tres entidades. Debería plantearse, como contrapartida a las ayudas el Gobierno, la creación de un sistema de bancos públicos a través de las sinergias que pueden generarse en las entidades intervenidas (Novagalicia Banco, Bankia y Catalunya Banc) y aún no adjudicadas a otros bancos privados.

Por último, el sector de telecomunicaciones. La baja penetración de la fibra óptica en nuestro país en empresas y hogares está detrás de la baja velocidad media de conexión por banda ancha, lo que en la práctica supone un encarecimiento relativo del servicio de conexión a Internet. Esto supone un grave hándicap de nuestro país a la hora de mejorar la competitividad de sectores tradicionales e impulsar sectores emergentes, como son el audiovisual y la telemedicina.


Concluyendo: los países emergentes que están ganando cuota de mercado mundial (China, Brasil, Corea del Sur) y los países desarrollados que menos la están perdiendo (Alemania) han venido desarrollado diferentes actuaciones de política industrial. Estos países consideran, y los datos lo confirman, que una inteligente actuación estratégica del Estado para favorecer a un sector,  o a una empresa, que compite en un mercado global puede generar más beneficios al país que la cuantía de la ayuda recibida.