Los datos del paro registrado en
noviembre reflejan una paradoja: se
destruye empleo –lo estamos midiendo a través del número de afiliados a la
seguridad social- y simultáneamente también baja el desempleo. Concretamente,
en el mes de noviembre la cifra de afiliados a la seguridad social ha bajado en
66.829 personas, mientras que el paro registrado se ha reducido a la vez en
2.475 personas. Si extendemos el cálculo a los últimos 12 meses, la pérdida de
afiliados es de 237.505 personas, mientras que el paro registrado se reduce en
98.909 personas (Gráfico 1). ¿Cómo es posible?, ¿dónde están contabilizadas las
personas que han dejado de estar empleadas?
La explicación es que lo que está
recogiendo esta estadística del desempleo es el número de personas que está registrada en los servicios públicos como
demandante de empleo. Esta inscripción es obligatoria, por ejemplo, para
cobrar las prestaciones por desempleo, pero cada vez es mayor el número de
desempleados que no están percibiendo ningún tipo de prestación (un 42.6% en
noviembre) por lo que muchos parados no renuevan su demanda (¡pero no
desaparecen!). Por supuesto, otro incentivo para mantener la inscripción en las
oficinas de empleo sería la eficacia de este servicio público para facilitar la
búsqueda de empleo, pero ésta es reducida.
Entre las personas que no tienen
trabajo, pero tampoco aparecen en las cifras del paro registrado pueden darse,
a su vez, dos situaciones.
La primera es que, a pesar de ello, sigan buscando activamente
un empleo. Por tanto, cuando al final del trimestre se publique la EPA
(Encuesta de Población Activa, elaborada por el INE) aparecerán como parados. Como
se ve en el gráfico 2, la diferencia entre el paro EPA (una medida reconocidamente
más fiable de la realidad del mercado de trabajo que el paro registrado) se ha
hecho creciente durante la crisis. La segunda posibilidad es que se “desanimen” y abandonen la población
activa, bien porque se marchan del país (como muchos emigrantes que habían
venido a España en busca de oportunidades laborales, pero también nacionales);
bien porque dejen de buscar un empleo, porque consideran que tienen muy pocas
probabilidades de encontrarlo. En el gráfico 3 vemos que, efectivamente, la
población en edad de trabajar se ha reducido en España en 344 mil personas en
los tres últimos años, y que en 2013 también ha aumentado el número de
inactivos.
En conclusión:
1. Se sigue destruyendo empleo en España, como se
ve en el gráfico 4 (por qué el presidente del gobierno dijo en el Parlamento lo
contrario es para mí un misterio absoluto: en los últimos 12 meses se han
destruido en España 497 mil empleos, y en los tres primeros trimestres de 2013,
134 mil). Y noviembre no ha sido una excepción, como se ha visto por la cifra
de afiliados a la seguridad social.
2. La reducción del paro no refleja ninguna
solución real del problema. En realidad, la situación de los desempleados existentes
se deteriora cada vez más, y por eso o abandonan el país, o dejan de buscar un
empleo o, simplemente, no se registran en las oficinas públicas de empleo. La
reducción del paro de este mes no es síntoma de ninguna mejoría de su
situación, aunque sea cierto que se modere el ritmo de destrucción de empleo.
3. Los contratos que se firman son precarios: la
contratación temporal está sustituyendo a la indefinida en España. ¿No era lo
contrario lo que se esperaba con la reforma laboral, una eliminación de la
temporalidad? ¿Vendré otra vez la recuperación del empleo en España de la mano
de la precariedad laboral? ¿Es éste el futuro laboral que queréis los jóvenes:
la emigración o la falta de derechos laborales?